jueves, 12 de diciembre de 2013

Segundo contacto.

En el dojo zen de valencia, una sesión de 40 minutos. Dispersión y somnolencia, hasta que me doy cuenta que estoy peleando conmigo mismo y me dejo llevar. Casi al final de la sesión, me he convertido en el tronco de un árbol: notaba todo mi cuerpo con precisión, las manos en posición correcta, la espalda y las piernas bien apoyadas, la respiración totalmente en automático y yo atento a todo esto, sin apenas nada en la cabeza. Mis pulmones se hinchaban y deshinchaban dentro de un tronco de madera inmóvil. Mi corazón latía claramente en mi pecho, pero mi cuerpo era de madera, viendo claramente las palabras del maestro: hacer zazen es entrar en el ataud.

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