Me siento, como un hueso de aceituna entre basura, pero no me pudro.
Detrás de lo civilizado, florezco, despedazando lento las rocas, las anclas, los exactos e invisibles fulcros.
La aurora solar me abre a tu canción: aprendo de la hierba.
Más allá del baile del dolor, uno perdura, solo uno. Todo es buda.
Detrás de lo civilizado, florezco, despedazando lento las rocas, las anclas, los exactos e invisibles fulcros.
La aurora solar me abre a tu canción: aprendo de la hierba.
Más allá del baile del dolor, uno perdura, solo uno. Todo es buda.
Lanzo mis cimientos bajo tu piel de hojarasca y acepto lecciones de roble y acantilado, de glaciar y orígenes.
Cuando aprendo a escuchar, mi corazón cristaliza en esmeralda, transformado por un pulso geológico imperturbable, un sueño inquebrantable.
Cuando aprendo a escuchar, mi corazón cristaliza en esmeralda, transformado por un pulso geológico imperturbable, un sueño inquebrantable.
Respiro, permanentemente respiro.
Siete mil millones de pulmones aceptan el tributo de la jungla, como cada parte de mi. Cada hoja respira, cada átomo de mi lozanía cumple con su oficio.
Siete mil millones de pulmones aceptan el tributo de la jungla, como cada parte de mi. Cada hoja respira, cada átomo de mi lozanía cumple con su oficio.
Los arroyos murmuran su milenario secreto y la madera vieja alimenta la sombra del árbol joven.
Las piedras abrazan el musgo, tranquilizándolo de su estrepitosa velocidad, y mi ser acepta esa normalidad de no tener cabeza.
Entonces me inunda una fragancia inmensa; el bosque entero anida ahora en mi y no pesa. Al contrario que cientos de posesiones, de verdades y doctrinas, las montañas y los océanos no pesan nada.
Las piedras abrazan el musgo, tranquilizándolo de su estrepitosa velocidad, y mi ser acepta esa normalidad de no tener cabeza.
Entonces me inunda una fragancia inmensa; el bosque entero anida ahora en mi y no pesa. Al contrario que cientos de posesiones, de verdades y doctrinas, las montañas y los océanos no pesan nada.
Unos minutos después, balanceo mi cuerpo y me levanto, abandonando la posición de zazen para volver al decrépito mundo de la "humanidad"
Román Emiliano Martínez García
No hay comentarios:
Publicar un comentario