sábado, 12 de octubre de 2013

Recuerdos de las teisho

La ausencia del maestro Dokushô me pone un poco triste. Por suerte, Miguel Angel, encargado de suplir al maestro me demuestra que el que está ahí, está ahí, y que todos somos Buda.
Una de las preguntas de un asistente sobre política me hace reflexionar y entender plenamente sobre que el zen no es solo para mi mejora espiritual, es la única vía sin error para sanar a este mundo tan pervertido en lo más profundo de sus valores.
El zen como acción política es lo que me faltaba para centrarme.

Ya roto el silencio, la charla me aleja rápidamente de ese calorcito que se ha ido acumulando en mi pecho. Decido alejarme de todos y ponerme en un banco al sol... quiero que su calor endurezca este barro fresco que ahora soy, para que esta forma recién adquirida, tan placentera y segura, dure siempre... sé que no será así. Pronto el ajetreo del mundo y su peso bajará esa bola de felicidad que anida entre mis pulmones y la volverá a colocar en mi estómago.
Prometo firmemente hacer zazen todos los días de mi vida hasta estabilizar esa energía que brota del corazón, del océano de la Luz Serena.

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